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El cerebro de Albert Einstein ¿por qué era tan listo?


Hay muchos mitos acerca del cerebro humano y de la inteligencia, probablemente derivados de la fascinación que la gente tiene con la inteligencia y las capacidades intelectuales. Quizás el mito más popular sea que sólo usamos un porcentaje muy pequeño de nuestro cerebro y que si usasemos todo nuestro cerebro seríamos super inteligentes. Esto es completamente falso.

Sin embargo, lo que es cierto es que la capacidad intelectual (o al menos el potencial de capacidad intelectual) que una persona tiene está fuertemente determinada por su herencia genética. Esta herencia genética hace que no siempre nuestros cerebros sean exactamente iguales, lo que permite algunas personas tener más capacidades intelectuales que otras. Dicho esto, la inteligencia real que una persona posee no depende sólo de su herencia genética, sino también de la práctica que haya hecho de esta inteligencia. Por así decirlo, lo único que está influenciado fuertemente por los genes es "el máximo de inteligencia potencial" que podemos llegar a alcanzar, pero la inteligencia real que lleguemos a alcanzar depende tanto de este inteligencia potencial como del "entrenamiento" al que nosotros sometamos nuestro cerebro.

Expliquemos esto con un ejemplo bastante fácil de entender. El cerebro no se comporta de un modo significativamente diferente en este aspecto que un músculo. Uno puede tener unos genes que hacen que, por ejemplo, tenga un gran potencial para ser un jugador de baloncesto. Por ejemplo, mide casi 2 m de alto, y sus músculos tienen una gran proporción de fibras musculares "explosivas", esto es, las que permiten realizar movimientos bruscos (las fibras blancas o tipo IIb). Esta persona que tiene una predisposición genética para este deporte puede llegar a jugar mejor al baloncesto que una persona que, por ejemplo, sólo mida 1.75 m de alto y no tenga tantas fibras musculares explosivas.

Sin embargo, si la persona que mide 1.75 le gusta el baloncesto y practica este deporte varias veces a la semana, y la persona que mide 2 m de alto se dedica sólo a jugar en la consola y come un montón de dulces y está obeso, la persona que mide 1.75 va a jugar al baloncesto mucho mejor que la que mide 2m. No obstante, si la persona que mide 2m practicase el mismo número de horas el baloncesto que la que mide 1.75, sería un mejor jugador de baloncesto.

El cerebro funciona del mismo modo. El cerebro puede presentar facetas fisiológicas de origen genético que lo predisponen para realizar ciertas tareas intelectuales (como las facetas fisiológicas de origen genético "ser alto" y "tener muchas fibras musculares explosivas" predisponen para jugar al baloncesto). Pero para desarrollar ese potencial hace falta práctica. Una persona que potencialmente podría ser un genio, si no ejercita su cerebro puede terminar teniendo una inteligencia mediocre. Y una persona que no ha sido tan afortunada genéticamente, con estudio y perseverancia puede terminar teniendo una inteligencia muy elevada en la práctica.

Dicho esto, si hay una cosa que es cierta: para ser un completo fuera de serie, como lo era Albert Einstein, tienen que concurrir una buena carga genética y la práctica. Uno no llega a ser el mejor jugador de baloncesto del mundo sólo porque tenga unos buenos genes, o sólo porque practique mucho. Para llegar tan alto, hacen falta las dos cosas.

Es por ello por lo que el cerebro de Albert Einstein, que Einstein donó a la ciencia en vida, ha sido y sigue siendo objeto de estudio para comprender las bases fisiológicas/genéticas de su inteligencia. Y recientemente ha habido un avance significativo al respecto. Empleando una nueva técnica de análisis se ha demostrado que el cuerpo calloso del cerebro de Einstein, esto es, el principal conjunto de fibras que conecta la mitad izquierda y la mitad derecha del cerebro, era más denso y tenía más conectividad que un cerebro normal. Esto es, da la impresión de que uno de los motivos de que Einstein fuese tan listo es que las dos mitades de su cerebro estaban más conectadas la una con la otra que la conectividad que existe en un cerebro normal.

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