Un equipo de ingenieros de Northwestern University han conseguido construir un sensor flexible suficientemente fino, para poderse colocar directamente sobre la superficie del corazón que en un tamaño de 0,95 × 1,15 cm contiene 396 sensores de voltaje. En dispositivos similares anteriores a este la señal eléctrica del corazón se recogía a través de una pequeña pieza de metal que hacía contacto con el tejido humano. Pero el nuevo dispositivo no posee ningún metal en contacto con el corazón sino que los 396 sensores están recubiertos de una capa aislante impermeable construida con dióxido de silicio, que no obstante deja pasar la electricidad.
La ventaja de esa capa aislante de dióxido de silicio es que impide que los fluidos biológicos estén en contacto con partes metálicas del dispositivo. Por un lado esto evita cualquier posible cortocircuito que podría causar problemas para el ser humano, o una avería en el dispositivo. Por otro, esto alarga el tiempo de vida del dispositivo, ya que no hay ninguna parte metálica (que siempre se degrada con el tiempo al estar en contacto con fluidos del cuerpo humano) que esté en contacto con el cuerpo.
Este tipo de sensores tienen el potencial de permitir una monitorización prácticamente permanente de la actividad cardíaca; según las estimaciones de los inventores, el dispositivo podría trabajar dentro del cuerpo de un ser humano durante 70 años sin degradarse. En la imagen bajo estas líneas puede verse como los 396 electrodos van recogiendo intensidad eléctrica del corazón según éste va latiendo, y bajo ella se muestra el momento del latido.